Se cerró el telón y consigo llegó la noche, la luna emerje entre el ultimo destello de sol y la primera estrella durmiente. Levanto la cabeza, mis ojos buscan con inquietud a la luna sonriente pero es extraño, no la puedo encontrar, sin luna y con apenas estrellas en el manto crepuscular, las penas del día se aferran a la soledad interior.
¿Tú no morirías si estuvieran disparándote en la misma diana?
Mi cuerpo estuvo intacto durante la pelea, menos mi músculo palpitante. No late como antes, pero sigue respirando, sigue como la brisa, el viento no se detiene aunque te pongas delante de él. Es como una vela con la mecha apagada, con lágrimas de cera. Enciendo cerilla tras cerilla la vela, pero el fuego acaba disminuyendo, se esfuma como un soplo de lamento. Las cosas fáciles aveces no son el camino correcto.
Quizá necesite otro mecanismo, algo con mucha paciencia y motivación que pueda crear una pequeña chispa para encender esa luz que yo me voy a obsequiar, que yo necesito y absolutamente nada ni nadie va a derribar. Quizá pueda derribar la coraza de piedra que visto de pecho y espalda, pesa demasiado, es un cargamento que debo transportar sin que se den cuenta los demás, quizá pueda hacer fuego con dos piedras. Quizá pueda, quiero, puedo hacerlo, tan solo tengo que realizarlo y dejar de llorar.
Quiero tener una hoguera aquí dentro, no quiero recobrar nada, voy a hacer un nuevo color, un nuevo paisaje donde mirar. Todo completamente nuevo. Sueño con mi fuego, creo en lo que sueño y crearé en lo que sueño. Me temo que las pesadillas no son trampas de nuestro inconsciente, sino, en vivir la vida de puntillas y no combatir contra el miedo por miedo a fracasar, por pensar tanto en los problemas y no centrarse en las soluciones, en saber donde está el error, reconocerlo y reparar.
Entre las cenizas resurge el fénix, seamos como él, un espíritu que no desaparece, vive y muere, renace entre llamas y abre sus alas para volar sobre el mundo.
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